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Artículo de presentación de «La transexualidad en el mundo mágico de La Sirenita»

Presentación de La transexualidad en el mundo mágico de La Sirenita

En octubre de 2016, en el transcurso del Encuentro de Chrysallis en Madrid, en el que participé para presentar mi libro, Infancia y transexualidad, una madre me contó que su hija, una niña transexual, le pedía desde los tres a los seis años que le leyera todas las noches La Sirenita. La historia me interesó desde el primer momento. Durante los meses de noviembre y diciembre empecé a leer los cuentos de hadas similares, como Cenicienta, Blancanieves y La Bella Durmiente, además de leer varias versiones de La Sirenita; y además leí y releí alguna bibliografía relacionada con el tema de los cuentos de hadas, como el libro de Vladimir Propp, Morfología del cuento, y el de Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Aunque ninguno me ofreció datos directos, el libro de Bettelheim, educador y terapeuta especializado en niños con problemas graves como el autismo, aportaba el fundamento teórico del psicoanálisis para reconocer que los cuentos de hadas permiten remover los cimientos personales de los lectores, resolver los conflictos y colaborar para encontrar el sentido a la vida.

El punto de partida de la elaboración de este ensayo consistía en haber convertido en tema de reflexión la fascinación obsesiva que esta niña sentía por La Sirenita. En la construcción de la obra no hay una estructura simple con una puerta de entrada y otra de salida, con una introducción, un nudo y un desenlace. La elaboración, asumida desde la perspectiva de la complejidad, me ofrecía múltiples entradas, hacer varias calas, sumergirme varias veces en el tema y salir a flote de nuevo. Había una forma de avanzar por acumulación, por el desplazamiento en el interés de diversos temas relacionados con el interés de la niña por el cuento. El desarrollo del pensamiento y de la escritura me obligaba a sumergirme en distintos sustratos. Cada nivel que se establecía ofrecía un plano distinto y complementario de los demás.

Desde el principio tuve claro que la narración me permitiría acceder al tono emocional y a las preocupaciones reales de la niña, que de la misma forma que se podía obtener información de los dibujos también se podía obtener a partir de esta lectura y de su forma de interpretarla. Una de las cuestiones fundamental, y complementaria con lo que ya había intentado con anterioridad, consistía en alumbrar el desarrollo ontogenético de la transexualidad en los primeros años de la vida de esta niña, el hecho de haber tomado conciencia de una identidad contraria a la que le asignaron al nacer desde una edad muy temprana. Los datos disponibles lo permitían. Pero también apareció unido a la reflexión sobre el desarrollo de la vida de la niña la constitución de algunos símbolos fundamentales en la vida de las niñas y de las mujeres transexuales como el de las alas rotas, el de las alas junto a la necesidad de volar y el símbolo potente de la Sirenita. Además, la complejidad de la trama de este ensayo permitía considerar la existencia del pensamiento mágico en el mundo de las niñas y los niños transexuales, además de la posibilidad de unir La Sirenita a otros cuentos de hadas similares en que se presentan historias de transformación de personajes, como Cenicienta, Blancanieves y La Bella Durmiente.

Ya conocía el gusto de las niñas transexuales por las muñecas muy femeninas que representaban a las heroínas de los cuentos de hadas, y en particular conocía el gusto por la Sirenita. Pero la necesidad de la reiteración de la lectura le añadía un matiz particular que me invitaba a dedicarle un tiempo a pensar en la fascinación que esta niña sentía hacia la hermana menor de las sirenas. Ninguna de las interpretaciones que se me ocurría, y resultaba obvia, me parecía aceptable ni ofrecía una razón suficiente para explicar este fenómeno, aunque fuera verdadera y razonable. Es evidente que la belleza, la melena larga y rojiza de la película de Disney o la elegancia de la cola podían ejercer un cierto poder de atracción, pero no creía que pudieran llevar hasta la lectura reiterada que exigía la niña. Desde el principio, me propuse acercarme al cuento y proponerlo como el espejo en el que se miraba la niña durante varios años, todas las noches, hasta que la reconocieron como una niña e hizo el tránsito social. Tenía la seguridad de que el cuento, bien utilizado, resultaría útil para conocer qué pasaba en la mente de la niña.

Tuve la suerte de que la madre me enviara unas fotos de Laura y su hermana en una escuela de sirenas. En esas imágenes comprendí la belleza de esos seres imaginarios que, al nadar, es como si volaran con la melena impulsada hacia atrás como si las llevara el viento. Recibí varios dibujos. Uno de ellos fue fundamental para conseguir el punto de vista adecuado para la interpretación de esta historia. Una reproducción de este dibujo aparece en la portada del libro y en él se ve a una sirenita nadando en posición horizontal que lleva el nombre de “Lauri” y una sirena más sofisticada en posición vertical que aparece como “mami”. Sobrevuelan muchos corazoncitos rojos y hay una inscripción en la que se puede leer: “Te quiero mucho mami”. Este dibujo me permitía comprender que el punto de partida era el triángulo formado por la madre lectora, la narración y la niña receptora de la lectura. Es más, la madre es una lectora que funciona solo en beneficio de su hija. De esta forma, creo que cada noche se producía un abrazo emocionado entre la madre y la niña a través de la lectura del cuento.

Además de las fotos y los dibujos, la madre de Laura me envió un escrito de unas cuarenta o cincuenta páginas donde narra la experiencia que había vivido durante los primeros años de la vida de su hija. Parte de ese texto ya lo conocía porque se había publicado en la web de Chrysallis. El conjunto me aportó una información fundamental para reconstruir el desarrollo ontogenético de la niña y, en consecuencia, el desarrollo de la transexualidad en la infancia. Todo lo que iba encontrando en la interpretación de la lectura de La Sirenita me servía para alumbrar la forma en que viven y se desarrollan las niñas y los niños transexuales en los primeros años de vida, y mostrar la importancia que tenía la aceptación, el apoyo y el acompañamiento de la familia.

Todos los indicios encontrados en la consideración de esta historia nos llevaban a pensar que el deseo de nadar bajo el agua sin necesidad de respirar funcionaba de una forma paralela al deseo de volar y tener poderes. La sensación de nadar bajo el agua sin respirar es la misma que la de volar. Me lo confirmó una niña de seis años que me decía que “nadar es igual que volar”, y una mujer de veinticinco años que me dijo que le gusta la Sirenita por la velocidad a la que nada. Y lo dice de una forma expresa Andersen al escribir de una forma literal en el cuento: “Toda clase de peces, grandes y chicos, se deslizan entre las ramas, exactamente como hacen las aves en el aire”.

La libertad que se podía sentir al nadar en las aguas profundas del mar era idéntica a la que se intuía en el vuelo de los pájaros. En las narraciones de algunas adolescentes y de algunas personas transexuales habíamos visto las alas rotas como el símbolo que podía significar la presión de la norma. Las alas rotas, la caída y la imposibilidad de levantar el vuelo representaban la situación de opresión a la que vivían sometidas, pero también habían utilizado el símbolo de las alas de las aves y otros tipos de seres imaginarios alados para mostrar la sensación de volar, el deseo de libertad y la necesidad de realizar su verdadera identidad. “Sé libre, no te sientas oprimida”, había escrito como el estado de su WhatsApp una niña de doce años.

La obsesión de esta niña transexual me sirvió para iniciar una interpretación filosófica y antropológica de un cuento que funcionó durante varios años como el espejo en que se miraba la lectora. En ningún momento me propuse hacer una trasposición simple y lineal ni una relación mecánica entre la niña transexual y la Sirenita. La heroína del cuento quiere ser humana  y tener un alma inmortal. La niña no desea ni quiere ser una niña, sino que es una niña. La fascinación no se produce por ser mitad humana y mitad pez, sino porque quiere asumir su verdadera identidad, porque habita entre dos mundos, el suyo propio y el de un mundo ajeno y hostil. Al igual que la Sirenita la niña vive entre dos mundos y es oprimida por un sistema de la ordenación del sexo y el género que no admite su existencia y que solo funciona poniéndole trabas. Ha de soportar la prohibición que le impide manifestar y desarrollar su identidad.

La abuela, en ausencia de la madre, reproduce la ideología que frustra las aspiraciones de la pequeña de las sirenas; representa la cara amable que intenta aportar la cordura a la vida de la más pequeña de sus nietas. Tiene que convencerla de que no puede ser humana, que la estructura morfológica de la cola se lo impide. La situación es similar a la que se da en vida de la lectora. Todos se han encargado de avisarle que no puede ser una niña porque tiene pene. La familia ha sido durante un tiempo la forma amable de reproducir la ideología de género, aunque también ha sido un apoyo necesario para la liberación.

La confabulación del lector, de la que habla Umberto Eco, consiste en actualizar un sentido nuevo del texto que no estaba manifiesto en el nivel superficial de la narración. La niña recrea el cuento; lo crea de nuevo, lo reinventa con uno de los muchos sentidos posibles. La interpretación del relato no es ni la más obvia ni la más plausible. La emoción y la mediación del arte sirven para acceder a un sentido oculto que cambia la interpretación habitual del cuento. El texto queda abierto para que la lectora acceda al sentido latente de la narración. Las claves que habríamos de buscar tendrían que estar en la niña que lee. Tal vez por eso el ensayo tendía a la interpretación del cuento y a la interpretación de la historia vivida por la niña. O dicho de otra forma, la narración es un espejo para conocer a la lectora, genera una lectura que responde a las necesidades profundas de la niña. Me interesaba, por encima de todo, la interrelación que se había establecido entre el cuento y la vida que se manifestaba en la lectura.

En el cuento se narra la historia de un amor bello y desgraciado pero al mismo tiempo nos muestra el camino de la realización personal de la menor de las sirenas que le sirve de guía a la lectora como una forma de reconocerse y le proporciona la fuerza para resolver las dificultades que se le presentan. Frente al modelo de la princesa pasiva que espera el beso redentor, la Sirenita encarna a una protagonista valiente que lucha para conseguir el cambio que la llevará a la felicidad y a la realización plena de sí misma. La imposibilidad de conseguir el deseo de ser humana e inmortal funciona paralela a la negación de desarrollar la identidad sexual de la lectora.

La niña afianza su identidad, se reconoce en la lectura diaria del cuento; necesita traspasar cada noche el límite del papel y vivir una relación simbiótica con el personaje del cuento. El relato alivia la soledad que la atormenta. La forma de ser de la heroína le aporta el apoyo y el consuelo necesarios, se convierte en un estímulo para afianzarse en un sentimiento que se le niega desde su entorno. Necesita ser reconocida por su madre, aunque solo sea en el mundo virtual de la literatura.

La niña vive encerrada en sí misma, no puede desarrollar su persona ni su identidad sexual. Cuando comprende que todo lo que considera valioso y positivo, lo que afirma su identidad es rechazado de manera frontal por su entorno familiar, la lectura le ayuda a conocerse a sí misma; le aporta una información valiosa; crea un clima de empatía emocional entre la Sirenita, la madre y la niña. Tal como había creído Bruno Bettelheim, los relatos de los cuentos de hadas ayudan a los niños a conocerse a sí mismos y a encontrar en la lectura el sentido de sus vidas. “En este sentido, los cuentos de hadas tienen un valor inestimable, puesto que ofrecen a la imaginación del niño nuevas dimensiones a las que le sería imposible llegar por sí solo. Todavía hay algo más importante, la forma y la estructura de los cuentos de hadas sugieren al niño imágenes que le servirán para estructurar sus propios ensueños y canalizar mejor su vida”.

Andersen presenta a la princesa como una criatura silenciosa y meditabunda que destaca por su belleza y su valor. Por su carácter valiente, rebelde, fuerte y aventurero, no teme luchar por lo que desea y le interesa. Quiere ser humana e inmortal. Nada ni nadie podría impedir que fuera humana; ninguna dificultad podría detenerla. Por otra parte, la vida de una niña transexual es muy difícil, tiene que superar la pendiente escarpada del miedo, de la desconfianza y del rechazo que genera con su conducta. En su madre encuentra una aliada y forma con ella una comunidad inquebrantable mientras le lee el cuento. La lectura le concede un respiro cuando la acepta, aunque solo sea mientras dure la narración.

No nos extraña que la valentía y la fuerza de esta Sirenita melancólica y meditabunda fuera un espejo en el que la niña se quisiera mirar cada noche. La reacción de la heroína del cuento durante la fiesta organizada por su abuela, la determinación con que se aleja del palacio y se dirige a la morada de la bruja, que habita detrás de un gran torrente y un remolino, la convierten en una aliada perfecta. La escena en la que va a encontrarse con la bruja es significativa y reveladora. Se recoge el cabello para no ser presa fácil de aquellos pólipos que amenazan en la entrada de la morada, recoge los brazos en el pecho y nada con determinación hacia el torrente y el hábitat de la bruja. La sensación es que no hay nada que la detenga. Ninguna de las condiciones ni de las dificultades que le pone la bruja para concederle unas piernas en el lugar de la cola logra disuadirla de su intención. No le importa perder la voz; tampoco le importa tener que soportar unos dolores en los pies como si le cortaran cuchillos al andar o al bailar. Es exactamente igual que el momento en que las niñas transexuales deciden que no van a seguir ocultas.

A pesar de todos los problemas que se le presentan, aun en contra de todas las dificultades, a pesar de no poderse casar con el príncipe y verse obligada a morir y convertirse en espuma; en contra de aquel equívoco funesto en el que el príncipe se confunde y no reconoce a quien lo salvó del naufragio, cuando la Sirenita se sumergió en el mar, sintió que se convertía en espuma pero no probó el sabor ácido de la muerte. Se la llevaron las hijas del aire que no son inmortales pero pueden llegar a serlo por sus buenas acciones.

Nada nos impide aceptar que la lectura y la corriente de empatía que despierta el relato en la lectora se convirtiera en un refuerzo y un apoyo para aceptar su identidad y vencer todos los problemas antes de obtener la comprensión y la ayuda de su madre y de sus familiares. El cuento, y por tanto la literatura, despierta elementos esenciales de la vida de esta niña, agita el fondo de sus miedos y esperanzas, alumbra los caminos de una identidad que nadie puede conocer más que ella.

Todo nos hace pensar que disfruta de un mundo interior de una gran riqueza. La lectura diaria se había convertido en un rito en el que la madre comprendía y aceptaba a su hija aunque no supiera exactamente qué pasaba. Obligada por las circunstancias desarrolla de una forma especial, en la terminología usada por Howard Gardner, una inteligencia intrapersonal, la capacidad para sacar de su interior matices que serían ignorados por otras niñas y niños, para sacar información relevante de las profundidades del yo. En el cuento encontraba el estímulo necesario para liberar los impulsos que brotaban desde lo más profundo de su ser.

La literatura le ayuda a mitigar los conflictos entre el sentimiento que se genera en sí misma y las prohibiciones que le imponen desde su entorno. El encuentro entre la niña y su madre, su propia comunidad emocional, se produce en el mundo simbólico de la fantasía literaria. En cada lectura la madre acepta, sin saberlo, el sentido que la niña le ha conferido al cuento. En los recodos de la narración construye y reconstruye su identidad sexual y su vida. La literatura proyecta el impulso para expresar el mundo interior, el sentimiento íntimo de su identidad.

Esta niña había necesitado atravesar un desierto inhóspito, había tenido que vivir en soledad y en una situación de abandono. Necesitaba las estrategias de la lectura para vencer la ansiedad que se deriva del hecho de que no acepten su identidad. Con la proyección del cuento consigue un nuevo orden emocional en el desarrollo hostil de su vida, recompone su identidad oprimida y dañada. La experiencia viva que trasmite el cuento alumbra una realidad que es desconocida para todos, excepto para la lectora. En La Sirenita encuentra la niña la luz y el apoyo que compensan el rechazo sufrido por su entorno; encuentra el reconocimiento tácito de su identidad. El abrazo emocionado de la madre y la hija que se produce en cada lectura del cuento facilita la consolidación de la identidad no reconocida, favorecía la defensa de las oleadas de ansiedad que inunda  su vida y sirve para compensar el desequilibrio que existe entre el mundo personal de la lectora y el entorno social que impide el desarrollo de su identidad.

One comment

  1. Gracias por su amabilidad