El legado de Ortega es un libro que tiene una particularidad, y es que, aun siendo un estudio que intenta reconstruir la unidad del pensamiento de Ortega, se convierte en un ensayo, favorece la posibilidad de iniciar los elementos esenciales de una obra filosófica nueva y de un camino nuevo del pensar. En este libro se ha planteado cuál es la herencia recibida de Ortega para recomponer la continuidad que debería existir entre su pensamiento y el de las nuevas generaciones de pensadores.
En una conferencia pronunciada en la librería Buchcholz el 24 de noviembre de 1944, Ortega denunció el hábito de los filólogos y los críticos literarios que, al acercarse a escritores como Goethe, lo hacían como hagiógrafos. En este libro se ha huido de la hagiografía. Tal vez resulte extraño a los filósofos académicos que se haya prescindido de toda bibliografía. Lo que se intenta es entrar en contacto directo con sus escritos, prestarles toda la atención que merecen, llegar, si es posible, hasta la vida de la que surgieron, leerlos, releerlos y pensar con ellos, salir al encuentro directo del pensamiento.
Con Ortega hay que intentar lo mismo que él se proponía con Goethe: perforar la montaña impresa de sus escritos para descubrir o para coincidir con el auténtico pensar, para penetrar en las raíces profundas y ocultas del pensamiento. El contacto con sus escritos ha de ser una incitación. El lector no tiene por qué buscar seguridad al amparo de un clásico, sino que, por el contrario, debe compartir con él la responsabilidad del pensamiento abierto, los peligros y los riesgos de la aventura filosófica, lo que hay de vivo en su obra y lo que nos sigue incitando a pensar.