LA HERENCIA DE AVERROES
Sobre el pensamiento y la figura de Averroes cayó una losa demasiado pesada. Durante mucho tiempo se había creído que la Edad Media era una época oscura en la que se cultivaba sistemáticamente el dogma y la ignorancia, un largo periodo sin ningún interés filosófico. A esta creencia se le puede añadir que la misma tradición cristiana del pensamiento occidental había estimulado el olvido del pensamiento árabe medieval y, por consiguiente, de la obra del filósofo nacido en Córdoba en el siglo XII.
De todas formas, algo ha cambiado en las dos últimas décadas. Desde el ejercicio de la cátedra, desde la dirección de la colección que dirige, dedicada al estudio del pensamiento árabe medieval, y desde su tarea investigadora, Andrés Martínez Lorca ha impulsado los estudios, la traducción y el estudio de un pensador que es una de las figuras claves en el desarrollo del pensamiento de la Edad Media y de la historia de la filosofía occidental. Uno de los objetivos fundamentales que se había planteado con sus investigaciones, y sin duda lo está logrando, es recuperar el legado del filósofo cordobés y reintegrarlo en nuestra cultura como se había hecho con “nuestros” tesoros artísticos como la Mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada o los Reales Alcázares de Sevilla.
La deuda que el pensamiento occidental contrajo con Averroes fue enorme. Durante la segunda mitad del siglo XII se dedicó a restablecer las distintas teorías de la filosofía aristotélica, liberándolas de las interpretaciones y de las influencias del neoplatonismo. Además de sus posibles aportaciones a la interpretación de Aristóteles y de la creación de su propio pensamiento filosófico, Averroes jugó un papel decisivo en la historia de la ciencia.
Desde la altura del tiempo que nos tocado vivir, se valora el hecho de que se convirtiera en un pensador que, aun limitado por las necesidades de su tiempo, hubiera traspasado sus límites y hubiera colaborado de una forma clara al establecimiento de la autonomía de la razón. A pesar del retroceso de los siglos siguientes, estableció una cuestión fundamental: que la filosofía y la razón habrían de constituir el nivel más elevado del conocimiento acerca de Dios, por encima de la religión y la teología. La autonomía de la razón encontró un aval importante en el pensamiento de Averroes varios siglos antes que en el pensamiento cartesiano. No es, por tanto, aventurado señalarlo como el filósofo que abrió la modernidad y el racionalismo en Europa varios siglos antes que Descartes.
No es de extrañar la admiración que los pensadores renacentistas sintieron por el sabio cordobés. Sus tesis sobre la existencia de un alma mortal frente a la de un entendimiento inmortal y único para todos los hombres, supuso además del inicio de las grandes polémicas medievales, la consolidación de ideas que sobrepasaron los límites de su tiempo.
Durante el transcurso del siglo XII se planteó conocer cómo funciona la mente, problema que ha preocupado a la filosofía de todos los tiempos y que en las dos últimas décadas se ha convertido en el problema central de las ciencias cognitivas. En todos los planos del conocimiento interviene la materia. En una perspectiva cercana a la de nuestros días, no separa el problema del conocimiento de la corporalidad y de la naturaleza del cerebro. No es ajeno a la creencia de que el cerebro y los nervios juegan un papel fundamental en el psiquismo de los humanos.
Lejos del espiritualismo de la filosofía platónica y del neoplatonismo, Averroes profundizó en el naturalismo aristotélico, lo que le permitió aceptar la corporalidad del alma frente a la naturaleza incorpórea del Noûs.